Jack y Sandra

Y no podía ser de otra manera. Dos almas en busca de lo mismo. Contrarias superficialmente, idénticas en los más profundos anhelos. Dos almas en búsqueda del que entienda sin explicar y ame sin razón. Todo ello sin ser conscientes.

Sandra
Sandra estaba enfadada, pero enfadada de verdad. Sus pensamientos eran todos negros y negativos, y aquello le provocaba un dolor de cabeza apenas soportable.
Como todos los viernes se preparó para salir a despejar la mente y tranquilizarse. Esta vez, sin embargo, tarda más en elegir la ropa. Esta vez se maquilla un poquito. Esta vez, sin realmente saberlo pero sabiéndolo, su rutina dará un pequeño giro.

Como todos los viernes Sandra se pone la chaqueta (su elección fue la de cuero negro), y se cubre el pelo con su gorro preferido, también de color oscuro. Saca las llaves del bolsillo del pantalón del mismo color que todo lo demás (compenetraba con su estado de ánimo) y cierra la puerta. Se pone los cascos de música. Lista y completa al fin se pone a caminar.

Pero esta vez, al contrario que la semana pasada, sus pasos no son compasivos, no quieren esperar al ritmo. Ni siquiera obedecen a la parte todavía razonal de la chica.
Ella sentía cómo la energía negativa la iba envolviendo como otra capa además de su vestimenta y la música contra el mundo exterior.

De repente sus pies echan a volar por el encima del suelo, apenas rozándolo. Sus pies eran las alas de su nube mental. Hoy no importaba que la escapatoria no tuviese ni sentido ni salida.

Jack
La playa discurría a su lado algo borrosa. Su desgastado zapato golpeaba el suelo con fiereza cada vez que entraba en contacto con él, ganando impulso y velocidad encima del skate. El joven viajaba por el tramo recto con rapidez y eficiencia, provocando que el frío viento le golpease en la cara. A Jack no le importaba, el aire otoñal le hacía sentirse despierto y vivo.

Giró la cabeza en dirección al mar y observó con una mezcla de admiración y envidia a los surferos conviviendo con las olas. Le fascinaba la manera en que se desplazaban por ellas, como si compartiesen un secreto con la natureza que les permitía surcar los mares revueltos.

Las luces artificiales junto con las bajas temperaturas y el cielo oscurecido le conferían al ambiente marítimo cierto dramatismo que no puede existir a plena luz del día. Por ello, por la especial capacidad de la oscuridad, Jack amaba las noches de otoño.

Hoy, sin embargo, se sentía raro, como si esperase que algo fuera a suceder. Y qué razón tenía.

Encuentro
Jack se percató de una chica que corría delante de él. Era de pequeña estatura, le llegaría por el hombro. Su pelo estaba revuelto y horrible por la humedad del ambiente y las prisas que llevaba encima. Iba vestida toda de negro, fusionándose con la oscuridad de no ser por las farolas. Los cascos grandes de música que llevaba se le movían en la cabeza.

A dónde iría con tanta prisa?, se preguntaba Jack mientras la adelantaba.
No tardaría en descubrirlo.

Poco después llegó a su cobijo de siempre. Se sentó encima de su medio de transporte y sacó el cigarrillo. Su cigarrillo semanal. Tras dos intentos consiguió encenderlo y dar su primera calada.

Sus pulmones se llenaron de una mezcla de humo con nicotina congelado pero que le quemaba la garganta. Esa mezcla de contrarios del que tanto disfrutaba… Casi podía inspirar tranquilidad.

Pero su recién encontrada calma se vio interrumpida por un extraño. Sin saber por qué no le sorprendió ver a la misma loca de antes que había estado corriendo por la playa.
Su pelo estaba alborotado pero no le quedaba mal, quizás fuera así. Su cara presentaba algunos desperfectos, y cuando abrió la boca de fijó que llevaba brackets. Cuando le habló.

-Qué?- dijo Jack. No se le ocurrió otra cosa más que decir.
-Hola -repitió Sandra.
Este chaval la intimidaba un poco con el humo saliéndole por la boca y sentado “panchamente” encima de su skate.

-Ah, hola- respondió el joven.
La chavala no era fea pese a sus desperfectos, y su timidez la hacía algo aniñada a pesar de ser más o menos de su edad. Eso ya no importaba, debía de creerle idiota perdido por su escasa inteligencia demostrada.

Consideró que lo mejor sería ignorarla.
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